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Hace quince años cuando comenzaba en las trincheras del mundo de banca de inversión en la fría y congestionada ciudad de los rascacielos americanos, otro analista financiero me miró pausadamente y me dijo con sorpresa: "Tú piensas diferente a todos nosotros; tienes mucha imaginación, tal vez demasiada. Deberías escoger otra profesión, quizás ser un escritor, no ser un banquero de inversión". (Nueva York,1998)

 

Una nueva señal llegó en el año 2006 cuando me hallé entre cafés turcos, aquellos a los que se les deja la borra, en el barrio Mohandissen de la gran urbe rojiza y calurosa de El Cairo. En medio de una negociación, una empresaria egipcia, una verdadera dama de las finanzas del Medio Oriente, reafirmaba como leyendo mi pasado y mi futuro al mismo tiempo: "Tú eres un contador de cuentos." (Cairo, 2006)

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